Normalmente esto ha ocurrido, o se te ha podido ocurrir a ti
debido a que ambos son productos de limpieza, y al no saber cual usar, o pensar
que ambos juntos irían mejor has querido probar. Desde Atrévete no se
recomienda que lo pruebes, y te lo explicamos.
¿Pero qué ocurre realmente?
El amoniaco está compuesto por H y N, siendo su fórmula NH3.
Por su parte la lejía está compuesta de Na, Cl y O. La lejía es hipoclorito de
sodio (NaClO). Cuando se mezclan ambos ocurre la siguiente reacción:
NH3 (aq) + NaClO --> NH2Cl
+ NaOH
Como producto de reacción se obtiene el gas cloroamina (NH2Cl). Este gas, al inhalarlo y
mezclarse con agua (agua de la saliva, humedad de la garganta...) se descompone
y origina ácido clorhídrico y radicales libres. El ácido clorhídrico además de
toxico es altamente corrosivo y crea graves quemaduras en la piel y mucosas. La
presencia de radicales libres da lugar a destrucción de células y en altas
cantidades son fuente de procesos cancerígenos.
Así, por ejemplo, una concentración
ambiental de 3-6 ppm (miligramos en un litro) de cloramina produce un síndrome
irritativo: lagrimeo, escozor en los ojos y nariz, dolor de garganta producido
por irritación del esófago, tos irritativa, opresión en tórax, toser sangre,
dolores de cabeza y sensación de falta de aire. En exposiciones prolongadas
tiene efecto corrosivo sobre los dientes.
Una intoxicación grave por
cloramina produce edema pulmonar tras un período de latencia de horas, con
insuficiencia respiratoria aguda grave, pudiendo producir la muerte.
Por lo que nunca se os ocurra
mezclar amoniaco y lejía, corréis grave peligro (y no es broma, ni una
exageración).
No hay comentarios:
Publicar un comentario