sábado, 6 de abril de 2013

Amoniaco + lejía = ¡¡mala idea!!

Es algo común haber escuchado a un madre, tía o abuelo decirnos que ni se nos ocurra mezclar lejía con amoniaco, pero rara vez te dirán el motivo, y cuando te lo digan seguramente te digan que es porque huele muy mal o porque es tóxico (está es la más acertada).


Normalmente esto ha ocurrido, o se te ha podido ocurrir a ti debido a que ambos son productos de limpieza, y al no saber cual usar, o pensar que ambos juntos irían mejor has querido probar. Desde Atrévete no se recomienda que lo pruebes, y te lo explicamos.

¿Pero qué ocurre realmente?

El amoniaco está compuesto por H y N, siendo su fórmula NH3. Por su parte la lejía está compuesta de Na, Cl y O. La lejía es hipoclorito de sodio (NaClO). Cuando se mezclan ambos ocurre la siguiente reacción:

NH3 (aq) + NaClO --> NH2Cl + NaOH

Como producto de reacción se obtiene el gas cloroamina (NH2Cl). Este gas, al inhalarlo y mezclarse con agua (agua de la saliva, humedad de la garganta...) se descompone y origina ácido clorhídrico y radicales libres. El ácido clorhídrico además de toxico es altamente corrosivo y crea graves quemaduras en la piel y mucosas. La presencia de radicales libres da lugar a destrucción de células y en altas cantidades son fuente de procesos cancerígenos.

Así, por ejemplo, una concentración ambiental de 3-6 ppm (miligramos en un litro) de cloramina produce un síndrome irritativo: lagrimeo, escozor en los ojos y nariz, dolor de garganta producido por irritación del esófago, tos irritativa, opresión en tórax, toser sangre, dolores de cabeza y sensación de falta de aire. En exposiciones prolongadas tiene efecto corrosivo sobre los dientes.
Una intoxicación grave por cloramina produce edema pulmonar tras un período de latencia de horas, con insuficiencia respiratoria aguda grave, pudiendo producir la muerte.

Por lo que nunca se os ocurra mezclar amoniaco y lejía, corréis grave peligro (y no es broma, ni una exageración).



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